Comienza el juicio contra un cura por abusos a un joven de 19 años en una congregación

Este martes comienza en los tribunales de General Pico, en La Pampa, el juicio contra el cura José Miguel Padilla por abusos ocurridos entre 2015 y 2016 contra Vicente Suárez Wollert, quien entonces tenía 19 años y era seminarista en la congregación religiosa Fraternidad de Belén, que dirigía y fundó el eclesiástico, y a la que describió como "un lugar y una experiencia muy oscura, tanto por el delito de integración sexual como por todo el contexto de manipulación y de miedo".

Wollert (27) viajará este martes desde su residencia en la provincia de Santa Fe hasta General Pico, en La Pampa, para el comienzo del juicio contra José Miguel Padilla, denunciado por el joven en 2019 por abuso sexual agravado por ser el denunciado ministro de Culto.

Según el denunciante, estos ocurrieron durante los seis meses de estancia de Wollert en la Fraternidad de Belén -desde noviembre de 2015 hasta mayo de 2016- tiempo en el cual la congregación «fue un lugar y una experiencia muy oscura, tanto por el delito de integración sexual como por todo el contexto de manipulación y de miedo», señaló en diálogo con Télam.

«Fue un tiempo donde Padilla me hacia creer que mi familia no me quería, que fuera del convento yo no tenía futuro», manifestó el joven, quien actualmente es profesor de Educación Especial, miembro de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico y se declaró «ateo» al no poder «encontrar armonía ni sintonía en la Iglesia» luego de lo ocurrido.

Wollert, que conoció la Fraternidad de Belén -también conocida como Capuchinos Recoletos- en noviembre de 2015 cuando tenía 19 años, describió que se trata de «una comunidad de frailes que fundó Padilla hacia el año ’95 en La Pampa, junto a dos personas que eran compañeros de él en San Luis, el fray Gustavo y fray Benito».

En este sentido, su ingreso a la comunidad se debió, principalmente, a la creencia en su vocación religiosa.

«Me quedé hasta mayo de 2016, cuando fui expulsado», explicó sobre la congregación, en la que convivían «alrededor de 12 adultos, incluyendo dos menores de edad».

La expulsión se debió a que, luego de atravesar las situaciones de abuso y enfrentar a Padilla, el joven empezó a «rebelarse» en contra de Padilla.

Y explicó que «de ahí en más vinieron amenazadas, incluso (Padilla) llegó a golpearme, y cuando le dije que le iba a comunicar al obispo lo que había pasado, me dijo que visite a mis papás para rever mi vocación, y yo accedí».

En el camino, Wollert fue notificado de su desvinculación con la comunidad, pero siguió manteniendo comunicación con Padilla, ya que quería continuar con la vida religiosa y para esto «la comunidad tenía que hacer un informe, que era un condicionante».

«Entonces, para no perjudicar lo que creía mi vocación, trataba de seguirle la conversación a Padilla para evitar que el informe fuera lapidario. Esta comunicación se interrumpió porque comenzó a pedirme fotografías y mensajes con contenidos sexuales».

Pasaron cuatro años hasta que el joven pudo realizar la denuncia en la justicia de General Pico. Durante ese tiempo, señaló que los presuntos abusos afectaron al joven en cuestiones relativas a su autoestima y salud mental, ya que «Padilla llegó a decir que yo tenía severos trastornos y problemas mentales como esquizofrenia», lo que luego se comprobó que era falso.

«No solo mi testimonio es verídico, sino que no sufro de ningún tipo de trastornos ni patologías, soy mentalmente sano. Pero hasta que descubrí eso en 2021, yo creía en este supuesto diagnóstico», contó.

En relación al denunciado, destacó que «Padilla como persona es perversa. Siempre relataba su rol como capellán del Ejército, y contaba como en la década del ’70 y del ’80 había toda una corriente eclesiástica progresista contra la que él se creía un luchador».

En este sentido, «la fraternidad que él había creado encarnaba esos ideales de lucha, resistencia, de combatir contra ciertas corrientes ideológicas contra las que no era afín», y sostuvo que además mantuvo «un vínculo con Juan Laise, señalado por secuestrados y desaparecidos en la última dictadura militar».

Actualmente, Padilla se encuentra radicado en San Luis, donde el obispo de esa provincia, Gabriel Barba, «le asignó la parroquia de Nuestra Señora del Rosario del Trono para que dé misa una vez por semana», dijo Wollert.

Frente a esto, el exseminarista que destacó el sostén de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico, destacó sus expectativas para «una condena justa», y concluyó que «haber podido rehacer mi vida y salir adelante creo que fue la mayor derrota para Padilla, ya que todo lo que hizo fue con una plena conciencia de hacer daño».

El debate oral y público del juicio será presidido por María José Gianinetto, jueza de Audiencia de Juicio de la Segunda Circunscripción Judicial, y la fiscal es Andreina Montes, a cargo de la Fiscalía Temática de Delitos de Género. (Télam)

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