«¿De dónde viene y a dónde va el agua de las ciudades?», a partir de esta pregunta, 15 investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) elaboraron la primera base de datos integrada de 243 centros urbanos del país de más de 20.000 habitantes, según los datos del Censo de 2010 disponibles en ese entonces.
Aunque suene extraño, uno de los principales aportes de este trabajo es la integración de datos, antes dispersos o incompletos en un mapa que permite dar cuenta de cuáles son las fuentes del agua de las ciudades, su tratamiento (si lo hay) y el destino de los efluentes.
«No había una imagen completa del país y surge información interesante, por ejemplo, el peso enorme que tienen los grandes ríos como el Paraná y todos sus ríos tributarios que abastecen de agua no solo las
ciudades que están en la costa del Paraná sino también a las que están tierra adentro a través de acueductos», indicó el investigador del Conicet en el Grupo de Estudios Ambientales de la Universidad Nacional de San Luis, Esteban Jobbágy.
De la población relevada, el 31% depende de ríos transfronterizos exclusivamente, mientras que otro 14% de manera parcial, por lo que un 45% del agua que reciben estos domicilios urbanos tienen su fuente fuera del país.
«El territorio que es responsable de la ‘producción’ de esa agua y de su calidad no está en nuestra jurisdicción, tampoco las obras hidráulicas», dijo al respecto el ingeniero agrónomo y doctor en Biología.
Además, Jobbágy advirtió que esos grandes ríos que cruzan distintos países «encadenan múltiples ciudades que toman y vierten agua, lo cual genera un potencial riesgo que hay que observar con atención. Son tan enormes los caudales que las tratamos como fuentes y destinos del agua urbana virtualmente infinitos».
Pero no lo son, tal como se observó con la bajante del río Paraná como resultado de los últimos años de sequía. Así, según detalla el ingeniero, en los períodos más críticos aparecieron problemas como floraciones de algas sin precedentes que generaron la interrupción del suministro. En algunas zonas, el bajo caudal generó reflujos peligrosos entre los puntos de vertido y toma de agua de las mismas ciudades.
«Los grandes ríos son una bendición al aportar un flujo de agua que el propio territorio argentino no tiene por su predominancia de tierras más secas. Sin embargo, depender de una fuente de agua que nace fuera de tu territorio soberano obliga a tomar conciencia y negociar con los vecinos de los que dependemos», señaló Jobbágy y agregó que organismos intergubernamentales como CIC Plata (Comité Intergubernamental Coordinador de los Países de la Cuenca del Plata) tienen esta función «pero al presente han puesto su foco sobre todo en la navegación».
La situación se replica dentro de la Argentina con los centros urbanos que comparten ríos con otros que están aguas arriba y que suelen consumir y verter los efluentes en el mismo lugar: el caso más paradigmático es el Paraná.
«Como es un río tan caudaloso y grande, se estima que es capaz de absorber esa contaminación, pero no deja de ser notable que en nuestro país muchas ciudades vierten los efluentes sin tratar al Paraná, y otras ciudades aguas abajo toman su agua potable del mismo río», apuntó el investigador.
La doctora en Ciencias Biológicas e investigadora del Conicet María Poca explicó que la capacidad de depuración de la contaminación del agua por disposición de efluentes por parte de los ecosistemas acuáticos depende de varios factores como procesos ecológicos, socio-tecnológicos y controles hidrológicos.
«Una manera de evaluar el nivel de riesgo sanitario que implica el encadenamiento de ciudades es a través de la relación población-caudal del curso de agua», señaló.
La investigadora se refirió a dos ejemplos diversos. Uno de ellos es el río Paraná en el que vierten sus efluentes 74 ciudades, algunas de ellas inclusive sin tratarlos. Al ser un río muy caudaloso, la relación es 273 habitantes por metro cúbico por segundo. Por otro lado, en el río Tercero, lo hacen tres ciudades pero al tener un caudal mucho menor, la relación población-caudal es de 5.245 habitantes por metro cúbico por segundo.
Esto hace que la ciudad cordobesa de Marcos Juárez, que se provee del río Tercero aguas abajo del vertido de efluentes, tenga un mayor riesgo de contaminación que la localidad de Tigre en el Delta del Paraná.
También hay que tener en cuenta las variaciones de caudal y los cambios en la cantidad de población con, por ejemplo, la llegada de turistas en determinadas épocas del año, que pueden poner en alerta la capacidad del ecosistema acuático de procesar líquidos cloacales.
Otra de las problemáticas a tener en cuenta es el trasvase que hacen muchos centros urbanos al disponer sus efluentes en una cuenca distinta a la proveedora. Del total de las ciudades relevadas, 146 (el 60,1%) trasvasa toda el agua que recibe a otra cuenca, 38 (15,5%) lo hacen parcialmente y solo 41 ciudades (16,9) no trasvasa, del resto (18 localidades de poca población) los investigadores no pudieron tener información.
Entre las consecuencias de no devolver las aguas de saneamiento a la cuenca proveedora, Poca señaló que se generan trasvases de agua a sistemas que pueden carecer de la capacidad de procesar el volumen extra recibido o la calidad de esos líquidos cloacales.
Tal es el caso del área del Gran San Luis que toma agua de una cuenca de la ladera oriental de las Sierras Centrales de San Luis y vierte sus efluentes en una cuenca pequeña endorreica del lado suroccidental.
«Esto implica duplicar su caudal ecológico, alterar su capacidad de procesamiento y a su biota», detalló la especialista en manejo de recursos hídricos. Luego hay partidos bonaerenses como La Matanza o Morón que trasvasan agua del Río de la Plata a afluentes urbanos, por lo que además de aumentar el caudal puede afectar la calidad de vida de las personas.
A esto se le añade que los sistemas conductores de suministro y los de saneamiento pueden tener pérdidas y aportar agua a la zona freática y causar transformaciones de los flujos hidrológicos naturales.
Finalmente, otro dato a destacar es que el 38% de la población incluida en el relevamiento no está conectada a una red cloacal.
«Esto implica una descarga de aguas no tratadas de manera anárquica o desorganizada en espacios urbanos que ponen en riesgo la salud pública», dijo la investigadora. Esta situación conlleva a alteraciones hidrológicas no planificadas «que pueden tener consecuencias dramáticas, como es el caso de ascensos freáticos por exceso de efluentes en pozos ciegos con la posibilidad de causar inundaciones», añadió.
La base integral nació de un convenio entre el Conicet y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Luego de recopilar la información, se elaboró un mapa abierto a actualizaciones y disponible on line en https://aguasclaras.glitch.me/ gracias al apoyo de la Fundación Bunge y Born.
A través de la Plataforma de Aguas Claras se puede acceder al mapa interactivo en el que están georreferenciadas las fuentes de agua potable y los destinos de aguas servidas de 243 ciudades con el fin de tener un conocimiento integral, transparente y compartido entre organismos municipales, provinciales y nacionales y de la sociedad.
El mapa se puede encontrar en https://ojs.ecologiaaustral.com.ar/index.php/Ecologia_Austral/article/view/2028.