
El viernes pasado, Bahía Blanca fue el escenario de una de las peores catástrofes naturales que la ciudad haya vivido en las últimas décadas. En cuestión de horas, la ciudad pasó de estar en alerta naranja por tormentas a ser sumida en un desastre sin precedentes, donde las lluvias torrenciales, el desborde de arroyos y la crecida de canales provocaron una inundación que arrasó con todo a su paso. En esta tragedia, Carolina, una neuquina que lleva más de 15 años viviendo en Bahía Blanca, compartió su angustioso testimonio sobre cómo su familia vivió en carne propia el desastre que dejó al menos 16 muertos y cientos de viviendas devastadas.
La tormenta que comenzó como una lluvia normal
La madrugada del viernes comenzó con lluvias leves, pero lo que parecía ser una tormenta común se convirtió rápidamente en una verdadera pesadilla. A las 2 de la mañana, Carolina y su familia comenzaron a escuchar la lluvia caer. En ese momento, no sabían que 400 mm de agua caerían en cuestión de 10 a 12 horas, lo que equivale a lo que normalmente llueve en un año entero.
La familia se despertó al escuchar el agua filtrarse por las goteras y, sin sospechar el impacto de lo que estaba por ocurrir, comenzaron a poner toallas para evitar que el agua entrara a la casa. Carolina recuerda que en un primer momento, el agua solo llegaba a la parte inferior de las puertas. La situación parecía controlable, aunque algo preocupante. Sin embargo, el panorama cambió rápidamente cuando José, su esposo, le dijo que el agua estaba entrando por la puerta. «Fue como un tsunami», describe Carolina, recordando cómo en cuestión de segundos el agua subió 75 cm, inundando la casa en un abrir y cerrar de ojos.
El desborde del arroyo y la inundación repentina
La casa de Carolina está ubicada cerca de un arroyo entubado, que normalmente se encuentra seco. Este arroyo, que recibe el agua de las sierras, y el canal Maldonado, que se encontraba vacío, desbordaron debido a la cantidad de agua caída. «Es como si fuera una ola gigante», comenta Carolina, al relatar cómo el agua del arroyo y el canal comenzó a invadir la ciudad con una fuerza descomunal. En ese momento, no pudieron hacer nada más que tratar de salir rápidamente.
El agua comenzó a entrar por las ventanas, y Carolina describe cómo en segundos vio el nivel del agua alcanzar la mitad de la ventana, mientras la casa se inundaba rápidamente. El miedo creció cuando se dieron cuenta de que el agua seguía subiendo, y Carolina decidió que era hora de abandonar la casa. «Agarramos lo más importante: documentos, ropa, pañales, leche para la bebé», cuenta, mientras el agua seguía invadiendo su hogar.
La desesperación y el escape a través de la ventana
El momento de mayor desesperación llegó cuando intentaron salir por la puerta principal, pero no pudieron abrirla. El agua empujaba desde afuera con tal fuerza que la puerta no cedía. En un último intento por salir, José rompió la reja de la ventana, aunque no fue tarea fácil. Finalmente, José y Carolina lograron abrir la ventana, agarraron a su bebé y salieron al balcón, mientras el agua subía con rapidez.
El siguiente desafío fue llegar a la casa de un vecino que vivía en una casa más alta, y cuyo hogar estaba fuera del alcance del agua. Con el agua hasta la cintura, se aferraron a las rejas de las casas vecinas para atravesar las calles inundadas. Afortunadamente, el vecino de 84 años escuchó sus gritos y los dejó entrar. Pero la situación no mejoraba, ya que el agua seguía subiendo y las personas en las calles comenzaban a ser arrastradas por la corriente.
La tragedia en la zona sur de Bahía Blanca: pérdidas humanas y materiales
Una vez que se resguardaron en el segundo piso de la casa del vecino, Carolina salió al balcón y observó el caos que se estaba desatando. Autos flotando en la corriente, gente siendo arrastrada por la fuerza del agua, y una sensación de impotencia ante la magnitud del desastre. «La gente gritaba pidiendo auxilio, y uno no podía hacer nada», comenta con tristeza.
Carolina cuenta que en su cuadra murieron varias personas, y aunque la lluvia cesó por la tarde, la ciudad quedó sumida en un mar de barro y destrucción. Las casas fueron arrasadas y los vehículos flotaban en las calles como si fueran juguetes. Los muebles y electrodomésticos fueron arrastrados por la corriente, y lo que quedaba se cubrió de barro. Las personas que intentaron salir de sus casas fueron arrastradas por la corriente, y muchas de ellas no pudieron sobrevivir.
La devastación de las casas y la pérdida material
Al regresar a su hogar, Carolina encontró su casa totalmente destruida. Los muebles, que tanto había costado adquirir, fueron arrastrados por el agua, y los placares quedaron destruidos. «Todo lo que teníamos en casa, lo perdimos», comenta con pesar, mientras describe cómo el agua cubrió por completo la planta baja de la casa, dejándola irreconocible.
A pesar de la solidaridad de los vecinos y las brigadas de ayuda, el proceso de recuperación es lento y doloroso. Carolina cuenta cómo vio cómo las máquinas se llevaban sus pertenencias en camiones, mientras sus recuerdos y objetos más valiosos se desintegraban en el barro. La falta de luz y la destrucción total de las viviendas han dejado a la ciudad en ruinas.
La solidaridad en medio de la tragedia
A pesar de la devastación, Carolina destaca el esfuerzo de la solidaridad. En su vecindad, los voluntarios han trabajado sin descanso para ayudar a sacar el barro, pero la magnitud del desastre es tal que la recuperación de Bahía Blanca llevará años. Los vehículos de ayuda no pueden acceder a muchas zonas de la ciudad, y las brigadas de rescate y los bomberos se han visto desbordados por la magnitud del desastre.
«No hay ciudad que resista esta cantidad de agua», dice Carolina, recordando lo que sucedió en la madrugada del viernes.