
Cuando Sebastián Mazzuchelli imaginó en 2005 un encuentro gastronómico en Villa Pehuenia – Moquehue, no buscaba protagonismo ni reconocimiento. Su motor era otro: compartir. Compartir saberes, sabores y mostrar el potencial de una cocina arraigada en el bosque, los lagos y la comunidad. “El festival nace con una iniciativa de lograr y potenciar, extender un poco más la temporada de verano”, recuerda.
En esos años, la temporada turística era fugaz: “Era como muy corta, eran esos días de enero y pocos de febrero”, cuenta Sebastián. La propuesta fue clara: crear un evento en otoño, cuando la cordillera se tiñe de colores intensos, y sumar a cocineros y productores locales para mostrar que en Pehuenia había talento, ingredientes y calidez.
La primera edición fue en el Parque de Nieve Batea Mahuida. Participaron algunos emprendedores gastronómicos y artesanos, sin luces ni un gran escenario, pero con mucha pasión. “Desde ese lugar chiquitito, se fue generando, fue creciendo y se fue potenciando junto con el desarrollo y el crecimiento de la localidad”, dice Sebastián con orgullo.
Desde entonces, el evento creció sin perder su esencia. Cada edición sumó público, propuestas, clases magistrales y nuevas voces de la cocina patagónica. En 2023, tras 18 años de trayectoria, el festival fue declarado Fiesta Nacional. “Después de 19 años, cumplimos con el objetivo, pasamos el objetivo y seguimos planteando objetivos año tras año”, celebra.
Sebastián es hoy Chef Embajador de la gastronomía neuquina, pero mantiene la humildad que lo caracteriza desde el inicio. No habla en primera persona: habla de equipo, de comunidad, de una construcción colectiva. “El encuentro se convirtió en algo muy generoso de parte de los pioneros. Generoso es lo que define al festival”.
Más de 100 personas trabajan cada año para que el evento funcione: desde cocineros hasta voluntarios, desde estudiantes hasta vecinos. “Aparecemos 2 o 3, pero hay más de 100 personas trabajando”, dice Sebastián, y lo dice con gratitud. El festival ya no es solo un evento, es una celebración del trabajo compartido.
Cada edición invita a cocineros de toda la provincia y la región, y propone espacios donde el visitante puede aprender, degustar y dialogar con quienes están detrás de cada plato. “El festival es generoso. Es generoso al abrir la puerta a todos los colegas y cocineros, al armar diferentes espacios para que la gente pueda mostrar lo que hace, y al abrirle a toda la Patagonia una locación como esta”.
La gastronomía, para Sebastián, es mucho más que técnica. Es un puente con la cultura, con los paisajes, con la identidad de un lugar. Y eso es lo que se respira en cada rincón del festival: no hay estrellas, hay anfitriones. No hay competencia, hay comunidad. “Villa Pehuenia – Moquehue tiene este potencial, y lo compartimos con alegría”, afirma.
Mientras se aproxima una nueva edición – el próximo fin de semana largo-, el espíritu original sigue intacto. El Festival Nacional del Chef Patagónico no nació con fuegos artificiales, sino con una convicción profunda: que la generosidad, cuando se cocina a fuego lento y se sirve con amor, puede transformar una localidad, una región y el corazón de quienes la visitan.