El presidente del Gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, convocó inesperadamente a elecciones nacionales el lunes y su principal rival se marcó el objetivo de convertirse en el próximo líder del país, después de que los partidos de izquierda sufrieran una dura derrota en unas elecciones regionales.
Sánchez, que ha manifestado en numerosas ocasiones su deseo de prolongar su mandato, calificó la derrota del domingo como un claro voto de desconfianza en su Gobierno de coalición.
El Partido Popular (PP) de Alberto Núñez Feijóo se hizo con el control absoluto de dos Gobiernos regionales y podría gobernar otros seis en alianza con el partido de extrema derecha Vox, cuyo líder, Santiago Abascal, se mostró dispuesto a formar coaliciones con el PP. En total, se disputaron 12 regiones.
Sánchez, que dijo sentirse obligado a asumir «personalmente» la responsabilidad de los resultados, anunció las elecciones nacionales para el 23 de julio.
El anuncio —la mayor apuesta en la carrera de un político que tiene una consolidada reputación de arriesgado— pilló por sorpresa a la mayor parte del Gobierno de Sánchez e incluso a algunos miembros de su círculo íntimo.
Sánchez dijo que ahora necesitaba «una clarificación sobre la voluntad de los españoles y las españolas, una clarificación sobre las políticas que debe aplicar el Gobierno de la nación y una clarificación sobre las fuerzas políticas que deben liderar esta fase».