La NASA y la Agencia Espacial Europea registraron el momento en que al cometa C/2024 S1 (ATLAS) se lo tragó literalmente el Sol.

El Observatorio Solar y Heliosférico (SOHO) grabó el 28 de octubre cómo el cuerpo celeste, mezcla de hielo, polvo y rocas espaciales, desapareció al aproximarse al punto más cercano al Sol, el perihelio, donde el calor es tan intenso que termina desintegrándose.

Era inevitable el desenlace, porque es común a la suerte que corren los restos de un cometa mayor que, hace siglos, se rompió en varios fragmentos y, en la mayoría de los casos, al pasar muy cerca del Sol no logran escapar del intenso calor.

Hubo sin embargo excepciones con sobrevivientes entre los cometas Kreutz, como sucedió recientemente con el famoso cometa del siglo C/2023 A3 (Tsuchinshan-ATLAS), que tras pasar su perihelio en septiembre, continuó su trayectoria y, a simple vista, se hizo ver en el cielo nocturno durante buena parte de octubre, lo cual brindó un espectáculo visual único para astrónomos y observadores.

En el cielo cercano

Entre 6 y 15 kilómetros de diámetros, estuvo a tan solo 0.56 unidades astronómicas de la Tierra, equivalentes a unos 83.774,807 kilómetros.

El cometa C/2024 pertenece a una familia de cometas conocida como «rasantes del sol Kreutz» y fue descubierto el 27 de septiembre a través del sistema ATLAS, diseñado para detectar objetos potencialmente peligrosos en el espacio.

Los cometas son cuerpos celestes compuestos principalmente de hielo, polvo y rocas, que orbitan alrededor del Sol en trayectorias elípticas.

Sus colas brillantes se forman cuando se acercan al Sol y el calor sublima el hielo, liberando gas y polvo al espacio. Estos cuerpos pueden variar en tamaño, desde unos pocos kilómetros hasta varios cientos de kilómetros de diámetro.

Se originan principalmente en dos regiones del sistema solar: la Nube de Oort, una región esférica de objetos helados que envuelve el sistema solar, y el Cinturón de Kuiper, un anillo de cuerpos helados situado más allá de la órbita de Neptuno.