Era la primera vez que Maria das Graças Mota Bernardo, de 64 años, salía a pescar con su esposo José Nilson de Souza Bernardo, de 69. Este matrimonio de Brasil había planificado el viaje durante meses y para que todo fuera perfecto, prepararon dos embarcaciones: una sería su refugio y en la otra almacenarían su pesca. No sabían que el sueño del paseo juntos iba a terminar de la peor manera.
«Él quería llevarla para sacarle fotos. Iba a ser su momento», contó Cristiane, la hija de la pareja de la que toda la región de Manaus habla. Es que apenas unas horas después de haber iniciado su viaje por el Río Negro, el pasado 29 de marzo por la mañana, las cosas se empezaron a complicar.
A la medianoche, a poco de haber terminado de cenar, José se fue a acostar en la hamaca que habían preparado en el barco. «La cuerda de la hamaca se rompió y él se sobresaltó, gritó, se levantó y se golpeó la rodilla. Se sentó como pudo y comenzó a abanicarse con un trapo. Le dijo a mi mamá que tenía calor», relató la hija.
Era la primera vez que Maria das Graças Mota Bernardo, de 64 años, salía a pescar con su esposo José Nilson de Souza Bernardo, de 69. Este matrimonio de Brasil había planificado el viaje durante meses y para que todo fuera perfecto, prepararon dos embarcaciones: una sería su refugio y en la otra almacenarían su pesca. No sabían que el sueño del paseo juntos iba a terminar de la peor manera.
«Él quería llevarla para sacarle fotos. Iba a ser su momento», contó Cristiane, la hija de la pareja de la que toda la región de Manaus habla. Es que apenas unas horas después de haber iniciado su viaje por el Río Negro, el pasado 29 de marzo por la mañana, las cosas se empezaron a complicar.
A la medianoche, a poco de haber terminado de cenar, José se fue a acostar en la hamaca que habían preparado en el barco. «La cuerda de la hamaca se rompió y él se sobresaltó, gritó, se levantó y se golpeó la rodilla. Se sentó como pudo y comenzó a abanicarse con un trapo. Le dijo a mi mamá que tenía calor», relató la hija.
Eran los últimos minutos con vida del hombre: «Se levantó, gritó y se cayó. Salió de la hamaca con dificultad. Mi mamá lo agarró, le levantó la cabeza y él tomó su último aliento», explicó Cristiane. José murió y Maria comenzó una odisea que se extendió por una semana y la obligó a comer pescado crudo y a luchar contra buitres para poder volver a casa.
UNA SEMANA LUCHANDO POR SOBREVIVIR
Maria das Graças quedó sola en medio del río y en la oscuridad de la noche. La realidad no le dio tiempo de llorar a su esposo, como pudo amarró la canoa donde llevaban la pesca a un árbol porque ya no podía avanzar con las dos embarcaciones, también debió deshacerse de una estufa con la que cocinaban.
Trató de ir a buscar ayuda, pero el motor de la embarcación que le servía de refugio se paró. No tuvo opción más que ponerse a remar.
Cristiane contó que, en los primeros días, su madre se las rebuscó para alimentarse comiendo algo de pescado crudo y harina. «Un día solamente bebió agua. Otro día, solo harina con agua y bebió jugo de limón puro”, dijo.